Entre libremente y por su propia voluntad

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martes, 24 de mayo de 2011

THE SHIELD

«Recordemos de dónde viene el dinero armenio: Drogas, prostitución, atracos... no se lo han ganado, así que no me importa quedarme con él» Vic Mackey

Si hay un caso de injusticia es el que se ha cometido con The Shield, que sigue sin obtener en España el reconocimiento que se merece. Vic Mackey (protagonista absoluto de The Shield) es Tony Soprano con placa, un hombre que sería capaz de barrer el sólo en un mano a mano a Jack o Sawyer de Perdidos, dejar sin habla a House o atrapar al inefable Dexter.

Perdidos también entró con mal pie, a pesar de su popularidad actual. La nula promoción que hizo TVE, al no darse cuenta del filón que tenía entre las manos, provocó que no tuviera repercusión hasta mucho después y solamente gracias al boca a boca. Pero The Shield no tuvo esa suerte, entró en España mucho antes del “boom” de las series. Actualmente se genera una gran expectación con todo el material televisivo que llega de Estados Unidos, pero en 2002, si no había una gran campaña de publicidad detrás, nadie prestaba atención a una serie desconocida recién desembarcada. Es lo que ocurrió con The Shield, lamentablemente relegada a la franja de madrugada.

Michael Chiklis (Vic Mackey) es uno de los muchos casos de actores maduros con una capacidad para darle fuerza a su personaje que consigue asustar y magnetizar a un mismo tiempo. Casos parecidos son los de intérpretes como James Gandolfini en Los Soprano, Terry O`Quinn como Locke en Perdidos o Robert Knepper como “T-Bag” en Prison Break. Profesionales completamente desconocidos para el gran público que han aprovechado su ocasión de oro en las series para mostrar su talento. En el caso concreto de Chiklis, éste tuvo que pelear muy duro para conseguir el papel, convencido de que estaba hecho para él.

El resto del reparto demuestra estar a la altura y, en alguna temporada, nos encontramos con auténticas golosinas como Glenn Close o Forest Whitaker. Además, la calidad de la serie fue justamente premiada en 2003, cuando The Shield gano los Globos de Oro a mejor serie de televisión y el de mejor actor protagonista para Chiklis.


The Shield es una serie fuerte, rápida, con un notable desarrollo entre capítulos, que carece de la lentitud de otras (como Héroes, por poner un ejemplo), logrando que cada capítulo sea autoconclusivo. Aún así, cada acción tendrá sus consecuencias, llegando a su respectivo clímax en cada temporada. De esta manera se evita técnicas tramposas como las utilizadas por Perdidos: alargar hasta el infinito los misterios, sin explicar prácticamente nada e incluso generar nuevas incógnitas que provienen, no de un auténtico esfuerzo de guión, sino de sucesos paranormales y rarezas. Cuando no recurrían a fantasmas o brumas negras, los guionistas mezclaban a los protagonistas en flashbacks o creaban vínculos familiares propios de un culebrón venezolano.

The Shield resulta tan adictiva como el propio crack que venden los camellos en las esquinas de Farmington (distrito imaginario donde transcurre la acción). Cada capítulo es una descarga de adrenalina que, a pesar de dejarte saciado, te hará desear mucho más transcurrido el momento de euforia.

Vic no duda en emplear la extorsión, el robo o el asesinato para hacerse con la suya y, a pesar de todo, consigue nuestra simpatía, limpiar las calles y escapar de todas las encerronas. Pero puede que esto no dure eternamente y, al final, acabamos al borde del infarto como si fuéramos nosotros los que estuviésemos en un interrogatorio de asuntos internos y no el bueno de Vic.


Se podría considerar a Canción Triste de Hill Street (1981-1987) como su antecesor televisivo, ya que aquella mítica serie fue la primera en mostrar todo los problemas de los policías de una forma trascendente y realista (más allá de su espacio de trabajo) o en dotarles de una profunda caracterización de la que carecían otros personajes completamente planos de series coetáneas como Starky y Hutch. Quizás hoy parezca algo de lo más normal, pero lo cierto es que Canción Triste de Hill Street rompió moldes en su época. Su estilo era como la música, próxima al blues que caracterizaba a la serie: triste y pegadiza a la vez.

En el apartado técnico, The Shield recurre de manera bastante acertada a la cámara en mano en persecuciones a pie, con mucho grano, o a fotografía sucia que combina con otros estilos. Ejemplo de ello es el final de un capítulo en el que, desde el punto de vista de Vic, vemos en un giro de 360º grados toda la comisaría y el micro universo imperante allí.

En definitiva: una serie que haría las delicias de los más oscuros sueños de James Ellroy.


lunes, 2 de mayo de 2011